15 de marzo de 2011

Yo soy Providence

Descubrir lo insignificantes que somos, ¿porqué nos cuesta tanto? Cuarenta y dos años viviendo una vida aburrida y monótona y de repente por casualidades del destino todo cambia, empiezo a vivir una vida llena de lujo y diversión, ¿se lo puede creer? Pues cuando mejor me iba todo hala, se acabó.

¿Usted lo entiende? Si, se que usted lo entiende, sus ojos tienen el característico brillo de alguien que ha visto muchas cosas, pero permítame que le cuente por favor, ¿o tiene usted alguna cosa mejor que hacer?

Me lo imaginaba, donde vamos a ir, ¿verdad?

En fin, todo empezó y acabó un lunes, no era un lunes cualquiera ¿sabe? Iba a entregar mi segunda novela, o la primera según se mire, tranquilo ahora le cuento. No estaba en absoluto orgulloso de lo que había escrito, es curioso cómo la fama y el reconocimiento pueden llegarte como un jodido tsunami, me pilló totalmente desprevenido y después de vender casi cincuenta millones de ejemplares en todo el mundo y de ser traducido a más de 30 idiomas mi editor quería más, por supuesto.

Ya no me importa reconocerlo, nunca he servido para escribir, mi mejor amigo me dejó el manuscrito de la novela en la que había estado trabajando durante más de tres años, no era escritor profesional pero se le daba bien, quería la opinión de alguien a quien no le importaran una mierda las novelas y pensó en mí el muy capullo, me dijo que tenía tres semanas para leerla, mientras él se iba de luna de miel con su segunda esposa, a Europa o Asia, por ahí.

Nunca volvió, tuvieron un accidente de helicóptero visitando unos monumentos y se mataron, una tragedia. Pero la novela era jodidamente buena, precisamente trata de lo que le comentaba antes, de lo insignificantes que somos, pero no individualmente sino de lo insignificante que es la raza humana frente a dioses alienígenas llegados de más allá del espacio y del tiempo, seres que habitan y duermen en la Tierra desde...

No se ría.

Está bien no le aburriré con detalles, la cuestión es que no podía permitir que aquella maravilla muriera en el olvido, decidí hacerme pasar por el autor y la envié a una editorial, ¿qué mejor manera de homenajear a mi buen amigo? Si si, no me siento orgulloso, pero tampoco me arrepiento, ¿qué hubiera hecho usted?

Como le digo, cincuenta millones de libros vendidos. ¿Y cómo narices iba yo a escribir algo que le pudiera hacer sombra siquiera? De todas formas lo intenté y aquel lunes me dirigía al despacho de mi editor, me subí a un taxi y durante el trayecto me di cuenta de que a mis pies había una carpeta que alguien había dejado olvidada.

El viaje iba a durar veinte minutos y el conductor estaba muy ocupado hablando en no se que idioma por teléfono, así que abrí la carpeta.

No podía salir de mi asombro, era un manuscrito, el manuscrito de otra novela firmada por mi amigo muerto años atrás, ¿cómo podía ser? Empecé a leerla sin poder dar crédito a lo que veían mis ojos, ¡era increíble! No se las horas que estuve en aquel taxi pero eran centenares de páginas y las devoré todas, la lectura me absorbió de tal manera que olvidé totalmente que aquello era imposible que estuviera sucediendo.

Cuando concluí la lectura vi que el taxi estaba totalmente destrozado, parece que nos saltamos un semáforo en rojo y un autobús nos embistió. Mi cadáver yacía en el asfalto, con el manuscrito firmemente sujeto por mis dedos muertos, es curioso lo que hace con los sentimientos la perspectiva, pero no sentí nada.

Siempre me quedará la duda de si llegarán a publicarlo, de ser así será el mayor éxito de ventas de la historia, estoy seguro. Pero bueno supongo que ahora tengo otras preocupaciones, ¿qué suelen hacer por aquí?

Por cierto me gusta mucho el epitafio de su lápida, “Yo soy Providence”, sin duda fue usted alguien importante en vida, ¿a qué se dedicaba señor Lovecraft?



Tristan Oberon, 2011

5 comentarios:

Entropía dijo...

Ya sabes que lo de "I am Providence" se traduce más adecuadamente como "Yo soy la providencia", es una cita de la biblia. No creo que HPL la escogiera por engreimiento.

Saludos,
Entro

Tristán Oberón dijo...

Pues no tenía ni idea, mira que me extrañaba una frase tan egocéntrica... pero no investigué lo suficiente, gracias por el apunte!

Sacerdote dijo...

Tengo que aprender de usted, sr. Neddam... esto son relatos... breve, sencillo y brillante.

Tristán Oberón dijo...

Gracias Sacerdote! Me alegra que te haya gustado y me anima a seguir intentándolo... pero es taaaaan difícil encontrar un momento de inspiración!

Anónimo dijo...

Mis más humildes disculpas, pero no entiendo este relato. Y me gustaría poder hacerlo.